lunes, 10 de mayo de 2021

¡¡Ahora si!! Les deseamos una excelente semana

                                 4to A- B- C



AGENDA DE 4TO A-B-C PERIODO 10/5 AL 21/5/21

LUNES 10

MARTES 11

JUEVES 13

VIERNES 14

Practicas del Lenguaje

Ciencias Sociales

Matemática

Prácticas del Lenguaje

Lunes 17

Prácticas del Lenguaje

Martes 18

Ciencias Sociales

Jueves 20

Matemática 

Viernes 21

Ciencias Naturales

Contenidos:

PL:  Narraciones que presentan un mismo tema o una situación recurrente.

MAT: Resolver problemas que involucren diversos sentidos de la suma y la resta. Lectura y descomposición de números.

Cálculos mentales de suma y resta.

Cs : calendario Escolar : día del Himno Nacional y Día de la Escarapela Nacional.

Cn: Criterios de selección en las Ciencias Naturales.

 Lunes 10/5/21

Los deseos ridículos.(Leo o escucho leer atentamente)

Charles Perrault

En lo profundo de lo profundo del bosque, en una casita tan destartalada que a duras penas lograba sostenerse en pie, vivía un pobre leñador con su mujer.

Cada día se levantaba al alba y trabajaba sin descanso hasta el atardecer recogiendo leña, la que cambiaba en el pueblo por un poco de harina, de sal o de legumbres. Por las noches las cigarras rodeaban la casa y canturreaban sus historias antiguas, mientras que adentro ardía un fuego bueno y la sopa olía a hierbas recién cortadas.

El leñador y su mujer, sin embargo, no eran felices (o a lo mejor lo eran y no se daban cuenta). En lugar de contentarse con lo que era, añoraban lo que no era, soñando con una vida menos esforzada. Y como el tiempo fue pasando sin que la fortuna golpeara a la puerta, los sueños se les llenaron de rezongos.

—¡Qué largos son mis días de trabajo, y que corta mi suerte! –se quejaba el leñador– ¡Y qué cansado estoy! Debe ser por el hacha.

Está tan vieja la pobre que cada vez tengo que esforzarme más para cortar una rama. Ojalá pudiera comprarme una nueva.

—Y yo... si tan solo pudiera alguna vez vestirme como viste la marquesa y pasearme por el pueblo con aires de gran señora –suspiraba la mujer.

Y así pasaban sus días –y sus noches– deseando y deseando en vano, pues su pobreza seguía tan flaca como siempre.

Cierto día en que regresaba a su casa resoplando bajo el peso de un enorme atado de leña, el leñador tropezó y cayó de bruces en el suelo. Sintiéndose entonces el ser más desdichado de la faz de la Tierra, comenzó a quejarse amargamente a los Cielos.

—Héme aquí tirado, el más desgraciado de los hombres. No sé quiénes serán los que gobiernan mi fortuna, pero sin duda se trata de seres que carecen de corazón. ¡No se han dignado a concederme tan siquiera el más insignificante de los muchos deseos que les he pedido en todos estos años!

En ese momento, el cielo se cubrió de nubarrones tan espesos que la noche cayó sobre el bosque.

—¡Solo esto me faltaba! Va a llover y yo en el medio del bosque –continuó lamentándose el leñador.

Apenas terminó de pronunciar estas palabras un relámpago partió el cielo en dos pedazos y un trueno retumbó en el páramo, y a través del trueno se oyó una voz.

—¡Ya bastaaa! ¡Basta de tanta queja!

El leñador, aturdido, no podía creer a sus ojos (ni a sus oídos). Una nube bajó y bajó, y cuando estuvo tan cerca de él que podía tocar las pequeñas gotas que la formaban, salió de ella un hombre muy alto de túnica blanca y con el ceño visiblemente fruncido. Llevaba en sus manos un rayo resplandeciente.

Habrán de saber que por aquel bosque aún merodeaban los dioses antiguos, aquellos que la gente había olvidado hacía largo tiempo, y que el enigmático aparecido no era otro que el mismísimo Júpiter, el más poderoso de todos ellos, que había decidido descender del Olimpo para acallar las quejas que no lo dejaban dormir.

—¡Te quejas con tanta fuerza que es imposible pegar un ojo! ¡Deja ya de lamentarte, buen hombre, y dime de una buena vez qué es lo que deseas! –dijo el desconocido estregándose los ojos.

—Na...nada deseo, señor, nada. Ni rayos ni truenos ni nada de lo que usted tiene para ofrecer –contestó el leñador tartamudeando por el susto.

—Deja de temblar y presta atención. Yo soy Júpiter, señor del Cielo y de la Tierra, y he venido a aliviar tus penas. Es por eso que voy a concederte los tres primeros deseos que formules.

—¿En verdad tienes ese poder?

—Ese, y muchos más. No olvides mis palabras: los tres primeros deseos que pronuncies con verdadero fervor se cumplirán de inmediato, sean los que fueren. Pero no expreses tus deseos a la ligera. Regresa a tu casa y piénsalos bien, pues no te daré sino tres, y tu felicidad depende de ellos. Verás que no resulta fácil escoger un deseo cuando se sabe que se va a cumplir.

Pronunciadas estas palabras, Júpiter desapareció en su nube, y el día volvió a ser claro y brillante.

El leñador, loco de contento, echó a su espalda el haz de leña, que ahora no le pareció en absoluto pesado, y llevado por las alas de la alegría, volvió a su casa en un santiamén, dando grandes pasos y saltos.

Y a los saltos entró en su cabaña, gritando: —Mujercita mía, enciende una buena lumbre y prepara abundante cena pues somos ricos, ¡pero muy ricos!; y tanta es nuestra dicha que todos nuestros deseos se verán por fin realizados.

Y entonces, punto por punto, le contó todo lo sucedido a su esposa, cuyos ojos se iban encendiendo más y más a medida que escuchaba el relato.

—Ahora podré dejar esta miserable choza y mudarme a un palacio. Pero qué digo un palacio, ¡voy a pedir el palacio de la mismísima marquesa! Ahí desayunaré cada mañana pastelitos de crema y leche tibia con caramelo –decía la mujer, sin saber a ciencia cierta si tales manjares existían.

—Yo quisiera que la casa tuviera un techo que no gimiese y gotease cada vez que caen tres gotas. Y una alacena repleta de hormas de queso y de vino bien estacionado! –soñaba por su lado el marido...

—¡Joyas y vestidos! ¡Polvos y perfumes!

—Un hacha que no se oxide ni se desafile nunca. ¡Y un buen sacón de piel para no sentir frío cuando salgo al bosque en el invierno!

—Y por cierto que no he de estropear mis zapatos nuevos andando por el barro. Iré en carruaje, como corresponde a una marquesa...

—Me vendría bien una mula bien robusta para cargar la leña de vuelta. Ya no soy tan joven...

En ese momento la mujer miró a su marido con sorpresa y también con cierto desdén, pues pensó que sus deseos se habían quedado un tanto pequeñitos.

Quedaron mirándose en silencio por un breve instante, al cabo del cual ella dijo:

—No nos dejemos llevar por la impaciencia. Dejemos para mañana nuestro primer deseo, consultándolo antes con la almohada, que es buena consejera.

—Estoy de acuerdo –respondió el hombre–. Mientras tanto, celebremos esta noche. Anda, aviva el fuego que yo traeré el vino añejo que guardo para las grandes ocasiones.

La pareja bebió alegremente el vino y compartió unas rebanadas de pan mientras seguía haciendo castillos en el aire.

Mientras hablaban, la mujer tomó unas tenazas y atizó el fuego; y viendo los leños encendidos dijo distraídamente:

—¡Con estas brasas tan buenas, qué bien vendría una buena vara de morcilla!

—Es verdad, mujer. ¡Ojalá tuviéramos una aquí mismo!

Tan pronto como terminó de pronunciar esas palabras, cayó por la chimenea una morcilla muy grande, causando un gran alboroto de chispas por toda la habitación.

Al instante la mujer lanzó un grito de indignación. ¡Habían malgastado el primer deseo en una simple morcilla! Y entonces, hecha una furia, porque a su juicio la torpeza correspondía a su marido, la emprendió contra el pobre con las palabras más hirientes que pudo encontrar.

—¡Qué necio eres! Se podría pedir un palacio, oro, collares de perlas, carruajes, vestidos... ¿Y no se te ocurre desear más que una morcilla?

—Pero mujer, ¡no he hecho más que repetir lo que tú misma acabas de decir! –se defendió el hombre.

—¡Una morcilla! De morcilla hay que tener rellenos los sesos para hacer lo que has hecho tú.

Al escuchar estas y otras injurias, el esposo, más de una vez, se sintió tentado de formular un deseo mudo. Y, dicho entre nosotros, habría sido lo mejor que hubiera podido hacer.

Al fin, viendo que su mujer no cesaba en sus agrias palabras, perdió la paciencia y gritó furioso:

—¡Maldita sea la morcilla que te ha desatado la lengua! Quiera el Cielo que se te vuelva morcilla la nariz para que te calles de una buena vez.

Dicho y hecho, la nariz de la mujer se transformó al punto en una morcilla que al colgarle por sobre la boca no la dejaba hablar con naturalidad, y menos aún gritar.

Hubo entonces unos instantes de silencio. El leñador miraba fijamente el fuego con la boca abierta mientras se rascaba el cogote, cosa que hacía cada vez que tenía que concentrarse en sus pensamientos. A su lado, la mujer hacía unas morisquetas muy graciosas mientras se ponía bizca tratando de ver su nueva nariz. Un rayo de luna se coló por la ventana y se reflejó en la tersa morcilla. ¡Ya se podrán imaginar el efecto de tal prodigio sobre el rostro de aquella mujer!

“Con el deseo que me queda –pensaba el hombre– podría convertirme en rey, pero hay que pensar la tristeza que tendría la reina cuando, al sentarse en su trono, se viera con la nariz más larga que una vara. Voy a ver qué dice y que decida ella: si prefiere convertirse en una reina y conservar esa horrible nariz o quedarse de simple leñadora con la nariz corriente, como las demás personas, tal como la tenía antes de la desgracia.”

En estas cavilaciones andaba el leñador cuando su mujer, ya apaciguada, rompió el silencio.

—¿Y bien? ¿Qué haremos ahora? –dijo en un murmullo, aunque resultaba difícil tomarla en serio, porque al hablar la morcilla bailoteaba por su rostro como una marioneta.

—Nos queda solo un deseo. Puedo pedir transformarme en rey, y a tí en reina. O bien puedo devolverte tu nariz. Elige, mujer: o reina con esa nariz, o leñadora con la nariz con la que viniste al mundo.

—Pero... ¿qué clase de reina se pasea entre sus súbditos precedida de una nariz más larga que una semana sin pan? Todos se van a reír de mí, lo sé, sobre todo la marquesa.

—Cuando se está coronada siempre se tiene la nariz bien hecha –replicó su marido tratando de conformarla...

Mucho discurrieron antes de tomar una decisión, pero como su mirada no podía apartarse de la morcilla –que a cada gesto se movía como una rama a impulsos del viento– prefirió la leñadora conservar las narices antes que hacerse reina y fea.

Una vez que el leñador hubo formulado el tercer deseo, su mujer corrió a mirarse en el espejo, donde comprobó con alegría que había recuperado su nariz. Y tocándosela una y otra vez, como si temiera perderla de nuevo, sentenció:

—Tal vez hubiéramos sido más desgraciados siendo más ricos de lo que somos en este momento. Es mejor no desear nada y tomar las cosas como vienen. Mientras tanto, comámonos la morcilla, puesto que es lo único que nos queda de los tres deseos.

El marido pensó que su mujer tenía razón, y cenaron alegremente, sin volver a preocuparse por las cosas que habrían podido desear.

Actividades:

  1. Hacer el dibujo del cuento.

  2. ¿Qué tienen de ridículos estos deseos?

  3. ¿En qué momento del cuento te diste cuenta de que algo raro iba a suceder con los tres deseos?

  4.  ¿Por qué el leñador no llega a pedir lo que realmente deseaba?

  5. ¿Por qué te parece que desean cosas tan distintas?

MARTES 11/5/21

Calendario escolar: DIA DEL HIMNO NACIONAL ARGENTINO

Responder:

¿Qué es el Himno para vos? ¿Cuándo se canta? ¿Quiénes lo cantan?¿Cómo debe ser tu postura y comportamiento al cantarlo?

Investiga sobre la creación del Himno. Copia las estrofas del Himno Nacional Argentino.

JUEVES 13/5/21

1. La municipalidad encargó a dos talleres que confeccionen 3.000

banderas cada uno en cuatro semanas. ¿A qué taller le falta confeccionar más banderas en la última semana?

SEMANA

TALLLER DE TIA LOLI

TALLER COSTUROLANDIA

    1085

    300

      250

    180

        85

  2020




2- En esta tabla se registran los pedidos que hicieron distintos kioscos de diarios a una distribuidora durante este mes.

KIOSCO

LO DE LILI

LA ESQUINA

POLIRUBROS

PLAZA 

KIOSCOTE

Cantidad de diarios


730


 1120


370


1040


1004


  1. Escribí un cálculo que permita averiguar cuántos diarios encargaron entre los tres kioscos que pidieron menos.

  2. Respondé sin hacer la cuenta exacta: ¿Es cierto que este mes se pidieron más de 4.000 diarios a la distribuidora? Explicá cómo lo pensaste.


3. Este es el cartel de una ruta que va hacia el Norte. Cuando se llega a Catamarca, ¿cuántos kilómetros faltan todavía para llegar a Salta?







VIERNES 13/05/21

PDL

Releemos el cuento de Charles Perrault y continuamos con el análisis del cuento.

• ¿Por qué te parece que la mujer piensa que los deseos de su marido “se habían quedado un tanto pequeñitos”?

• El leñador y la mujer no se proponían gastar un deseo en una vara de morcilla, ¿por qué sucedió eso entonces? Releé esa parte.

Mientras hablaban, la mujer tomó unas tenazas y atizó el fuego; y viendo los leños encendidos dijo distraídamente:

—¡Con estas brasas tan buenas, qué bien vendría una buena vara de morcilla!

—Es verdad, mujer. ¡Ojalá tuviéramos una aquí mismo! Tan pronto como terminó de pronunciar esas palabras, cayó por la chimenea una morcilla muy grande, causando un gran alboroto de chispas por toda la habitación.

• ¿El segundo deseo también fue motivado por una distracción? ¿Quién formula el segundo deseo?

• Cuando llegó el momento de pedir el tercer deseo, ¿cuáles eran las opciones o alternativas que tenían el leñador y su mujer? ¿Cómo lo resolvieron? ¿Quién decidió ese último deseo? Releé el fragmento para darte cuenta.

—¿Y bien? ¿Qué haremos ahora? –dijo en un murmullo, aunque resultaba difícil tomarla en serio, porque al hablar la morcilla bailoteaba por su rostro como una marioneta.

—Nos queda solo un deseo. Puedo pedir transformarme en rey, y a tí en reina. O bien puedo devolverte tu nariz. Elige, mujer: o reina con esa nariz, o leñadora con la nariz con la que viniste al mundo.

—Pero... ¿qué clase de reina se pasea entre sus súbditos precedida de una nariz más larga que una semana sin pan? Todos se van a reír de mí, lo sé, sobre todo la marquesa.

—Cuando se está coronada siempre se tiene la nariz bien hecha –replicó su marido tratando de conformarla...

• Algunas chicas y algunos chicos piensan que el narrador cuenta la historia de tal manera que pareciera que la mujer es la culpable de todo. ¿A vos qué te parece?

• Te proponemos pensar y escribir otros deseos que podrían haber anhelado estos dos personajes. Por ejemplo:

Si la mujer deseara un sirviente para que le cocine...

 El hombre:

Si la mujer deseara viajar y conocer otras tierras lejanas... 

El hombre:

• ¿Qué otros deseos podría haber tenido la mujer? ¿Y el hombre?

• Si los personajes fueran una viejita y un viejito, ¿qué deseos podría tener

cada uno de ellos?




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